Avanzar sin miedo en la vida

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“A todas las víctimas de malos tratos les diría que es cuestión de empoderarse a uno mismo, saber lo que vales como persona. Sois personas con derechos, no permitáis humillaciones, los maltratadores te humillan para que aceptes el maltrato. Debéis intentar que el miedo se transforme en valor y coraje. No es fácil, pero yo he podido, y mi familia, también. Al final te aferras a la mínima gota de luz y vences esa oscuridad. Fuerza y valentía son las claves. La vida es preciosa, hay que pasar esa etapa y salir fortalecido”, Patricia Fernández.

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Patricia junto a Sonia, su madre.

Aprender a sobrevivir

La historia de Patricia estremece y nos recuerda que desde 2005 un total de 500 niños son huérfanos de madre. Una estadística elaborada por la Fundación Mujeres que nos habla de uno de los daños directos del maltrato a la mujer. Un informe que no contempla los hogares en los que diariamente se sufren malos tratos y que también convierte a los menores que viven esa terrible situación en víctimas. Esta lacra no sólo nos deja unas cifras desoladoras. Detrás de los números hay caras, familias rotas, padres y hermanos destrozados. Uno de estos casos es el de Patricia. Creció hasta los seis años en una casa en donde se sucedían los maltratos a su madre. Pese a ello recuerda su infancia tranquila gracias a Sonia, su madre y al cariño de sus abuelos: Amando e Isabel; “Recuerdo mi infancia muy bonita, nunca me ha gustado que me digan ‘pobrecita’. He vivido un proceso judicial muy duro, pero de ese proceso saco lo mejor: una madre y una familia magnífica. Me permitieron seguir siendo niña. En mis ratos libres en casa era feliz y me daba fuerzas para afrontar el sistema judicial, al maltratador, y en general a todo el proceso. Le doy las gracias a mi madre, a mis abuelos y al novio de mi madre… para mí, mi verdadero padre. Hablando en plata, chapó por ellos”, asegura Patricia.

violencia machista
Avanza sin miedo es la plataforma de ayuda a menores víctimas de la violencia machista

Tras los continuos malos tratos y humillaciones, llegó el divorcio. Ahí podría haber acabado el doloroso trámite. Les podía haber permitido a su madre, a su hermano y a ella empezar de cero, pero no se convirtió en el fin del calvario. En pleno proceso judicial y con dos denuncias de violencia de género en marcha, la justicia consideró que Patricia y su hermano tenían Síndrome de Alienación Parental, es decir, manipulación por parte de su madre para rechazar a su padre. La custodia completa fue para el padre. Fue entonces cuando Patricia aprendió a sobrevivir. “Mi familia es mi pilar y a partir de esas raíces el árbol ha podido crecer hacia arriba. Mi madre se convirtió en mi impulso diario. Sus enseñanzas, su fuerza, su protección. Ella me preparó para salir adelante y lo conseguí. Su fuerza ya me llegó desde el vientre materno, y estoy aquí gracias a ella”.

patricia fernandez libro
Escribir el libro permitió a Patricia liberarse de todos esos años de dolor

Sentir vergüenza pese a ser una víctima

Patricia se siente víctima de violencia de género y víctima de un sistema. Le tocó vivir con el maltratador sin ser escuchada por los psicólogos y peritos que le acusaban de mentirosa. Se sentía desprotegida. Si quienes estaban para alejarla del sufrimiento que había vivido durante los primeros años de su vida le obligaban a seguir viéndole día tras día, ¿en quién podía confiar? Era tan solo una niña que sentía vergüenza pese a ser ella la víctima. Muchos de sus amigos jamás supieron lo que ocurría tras la puerta de su casa ; “La sociedad ha avanzado mucho pero nos siguen faltando pasos, se sigue criminalizando a la víctimas, tanto a los menores como a las mujeres. No sentimos el respaldo. Por ejemplo, en los colegios los profesores no están preparados para atenderles, se deberían formar al igual que lo hacen en asuntos tan delicados como es el acoso escolar. Los niños pasan muchas horas en el cole que se convierte en su escape. Y no solo hablo de profesores también deberíamos educar a las nuevas generaciones en este ámbito, para asegurar el respaldo social a los niños. La sociedad actual debería escuchar más a los menores”.

«Ya no tengo miedo» es un grito a la libertad

 

Como luchadora incansable, Patricia sintió liberación cuando pudo encontrar el modo de contar su historia sin verse juzgada. Quería contar su verdad. Así, de su puño y letra, entre recuerdos y lágrimas, se gestó su libro “Ya no tengo miedo”, un grito a la libertad, a las ganas de vivir, a sobrepasar la barrera del miedo, esa que te paraliza para conseguir avanzar y encima ayudar a otras personas que están en esa situación; “Sentí vergüenza sí, hasta que publiqué el libro. No entiendo por qué. Tardé poquito en escribirlo, empecé a mano durante un régimen de visitas, con el proceso judicial abierto. Era mi verdad, nunca me habían dado la oportunidad de expresarme, excepto en un par de ocasiones, durante los peritajes en los que se me llamó mentirosa y manipuladora siendo una niña. Pude, por fin, contar mi calvario: vivir con esa persona me fortaleció”.

Hay que vencer el miedo para disfrutar de la vida, Patricia Fernández

Nadie mejor que yo para entenderles

Las ganas de disfrutar de la vida le han llevado a Patricia a querer que ningún otro niño se dé por vencido. Ella sabe lo que se sufre y la incomprensión que existe, pese a que la violencia de género es una de las luchas declaradas por la sociedad actual. Tras el libro, surgió la fundación “Avanza sin miedo”; “Fundar ‘Avanza sin miedo’ es la materialización de un proceso de muchos años. Comienza a raíz de publicar el libro, es entonces cuando me doy cuenta de que el único motivo y razón de ser es que pueda ayudar en mis posibilidades a niños y madres en esta angustiosa situación. Todo este tiempo he dado charlas y he hablado con muchas víctimas. Me he dado cuenta de que la unión hace la fuerza. Con la asociación puedo captar a otros profesionales que den lo mejor de ellos para ayudar a muchos niños”. El miedo paraliza y solo sirve para perderlo todo, por eso Patricia supo sacar lo mejor del doloroso proceso que vivió siendo tan solo una niña. No solo lo superó, sino que convirtió su dolor en ayuda para ser la voz de los menores víctimas de violencia de género.