Su hermana le dona células madre para superar una aplasia medular y juntas ganan medallas en atletismo

La meta era salvar a María.

Ana y María tienen once años, toda una vida por delante y muchos sueños por cumplir. Les encanta practicar atletismo juntas. Entrenan tres veces por semana, también les gusta hacerlo en familia junto al mar. Corren con vitalidad. En la línea de salida queda aquel mal sueño que mantuvo a María aislada durante tres meses en la habitación de un hospital, a la espera de superar una aplasia medular, una enfermedad rara que produce un déficit de las células de la sangre encargadas de transportar oxígeno a los órganos y tejidos, combatir las infecciones y evitar las hemorragias. Un simple catarro se convertía a partir de ese momento en un riesgo grave para la niña. En ese momento, comenzó el salto al abismo para la familia Rueda Rodríguez. Enfrentarse a un duro diagnóstico para una niña que tenía toda la vida por delante. El desconocimiento y el miedo se apoderaron de ellos en un primer momento hasta que, pasado un mes sin ningún avance en la salud de la niña, les comunicaron que había solución.

Ana y María Rueda. Fotografía: Manuel Martín/Puntopress

El día del transplante

La única oportunidad para mantener a María con vida era conseguir un donante de médula compatible. Susana y Miguel, padres de la pequeña, la hermana mayor de las pequeñas, Luna, y Ana se hicieron las pruebas. Ana resultó ser la única compatible; tener un hermano compatible 100% se da en uno de cada cuatro casos. Habían compartido el vientre de su madre, ocho años de juegos y confidencias y ahora tenían la posibilidad de compartir el mejor regalo del mundo, células de la médula que permitirían a María llevar una vida normal. Comenzaba la cuenta atrás para el día del trasplante. Los días pasaban en el hospital Xanit de Benalmádena. María estaba totalmente aislada, pero cada día esperaba con ilusión la visita de su familia mientras se sometía a sesiones de quimioterapia para acabar con las células enfermas y recibir las sanas de su hermana y otros tratamientos que facilitasen que el trasplante saliese con éxito. Jugaban a través de los cristales de la habitación, cantaban, bailaban e inventaron códigos que solo ellos entendían. Frases con mensajes positivos invadían las paredes de su habitación y el personal médico y enfermeras ayudaban a la niña en los momentos más delicados.

María se curó gracias a la donación de su melliza, Ana

Llegó el momento de hacer el trasplante. Ana estaba anestesiada en un quirófano para realizar la punción de cadera y en otro esperaba María para recibir las células de su hermana. El trasplante fue un éxito y el proceso posterior también. Ana y María estaban ahora unidas hasta la médula. Han pasado tres años y Ana ya se puede decir que ha superado con éxito la enfermedad. Con 11 años no son plenamente conscientes de  lo que han vivido; será en un futuro, cuando echen la vista atrás y recuerden con la ayuda de su hermana Luna, que ahora estudia medicina, el alcance de lo que les tocó vivir y superar.

Ambas han participado recientemente en los JJ. OO. Trasplantados

Si dicen perdido, yo sigo buscando. Si dicen no llegas, de puntillas alcanzamos.

La canción de Macaco ”Seguiremos” se convirtió en un himno para esta familia malagueña; jamás dieron nada por perdido y ningún obstáculo, ni siquiera una enfermedad rara, les truncó el futuro. A través del deporte, Ana y María han conseguido practicar juntas otra de sus pasiones: el atletismo. Recientemente, no dudaron en participar en los Juegos Olímpicos para Transplantados que se celebraron en Málaga. Unos juegos en recuerdo de otro gran LUCHADOR, el malagueño Pablo Ráez. Eran dos de los 77 participantes españoles que compitieron. María corrió en la categoría de 500 metros, Ana llegó a los 5.000. Ambas cruzaron la línea de meta en primera posición. Dos luchadoras, dos valientes, dos ejemplos de optimismo y superación. Dos hermanas mellizas que ahora, y para siempre, están más unidas que nunca.